martes, 14 de abril de 2009
La casa de los Espíritus - Capítulos VII-IX
Capítulo VII Los hermanos
Una vez llegaron a su casa en la ciudad, Clara y Blanca la arreglaron y limpiaron. La relación entre los gemelos empeoró y casi ni se hablaban, lo único que compartían era un carro (llamado Covadonga en honor al de sus abuelos) cuyo uso se alternaban.
Pronto se hizo evidente que Blanca estaba embarazada y cuando se lo contaron a Esteban por teléfono, éste se enfureció tanto que lo hizo trizas con su bastón. Entonces obliga al conde y a Blanca a contraer matrimonio, diciéndole a Blanca que Pedro Tercero estaba muerto.
Se casaron en un gran y opulenta boda en la que Clara no apareció y en la que Blanca lloró todo el tiempo.
En este capítulo también conocemos a un nuevo personaje: Amanda. Amanda es la actual pareja de Nicolás. Es una chica muy delgada y extravagante, que usa el cabello largo y suelto, abundante maquillaje y abundantes pulseras y joyas. Fumaba hachís para aliviar su depresión y tenía ideas un poco fuera de lo común. El amor hacia Amanda era otra de las pocas cosas que los dos hermanos compartían.
Jaime y Clara habían empezado a ayudar a pobres y gente necesitada y a albergarlos en la casa, que empezó a estar siempre concurrida. Esteban, por su parte, se presenta para el cargo de Senador en el partido Conservador y decide preguntarle a Clara si ganaría, pues estaba muy nervioso. Clara asintió y, aunque no se volvieron a hablar, los dos empezaron a llevarse mejor desde entonces. Debido a la actividad política de Esteban y la labor humanitaria de Clara y Jaime, la casa de dividió en dos grandes partes donde se recibía a personas muy diferentes.
Mientras tanto, Pedro Tercero va a la ciudad, supera las limitaciones que le impuso la amputación de sus dedos, empieza a cantar y componer canciones, y se hizo famoso.
Nicolás, luego de un tiempo, se dio cuenta de la ausencia prolongada de Amanda y decide ir a buscarla. Al ir a su casa se queda impactado por la cruda realidad y pobreza en la que vive. Amanda le dice que estaba embarazada y que abortaría. A Nicolás la noticia le impactó mucho y no supo que hacer. Conciente de lo joven e inmaduro que era, decidió llevar a Amanda con su hermano a que le practicaran el aborto, tal como se lo pidió. A Jaime también le impactó mucho el caso y operó con sumo cuidado y dedicación. Luego, consoló a Amanda, sintiendo un profundo dolor y tristeza, y un gran rencor hacia su hermano.
Luego del aborto, Amanda se queda con los Trueba un tiempo, junto con su hermanito Miguel.
Capítulo VIII El Conde
La primera noche de bodas de Blanca y el conde, él le dijo que no estaba interesado en la vida matrimonial ni en las relaciones sexuales porque vivía enamorado de las artes y las ciencias. Blanca se sintió más que aliviada por esto.
La pareja se mudó a una desértica provincia del norte, donde compraron una mansión antigua. El conde la decoró a su gusto, de manera extravagante y exótica, con objetos de diversas partes del mundo, y apartó los cuartos más alejados como talleres de fotografía. Para servir en la casa, el conde contrató a varios indígenas, todos huraños y callados, al menos con Blanca.
Blanca empezó a notar cosas extrañas en la servidumbre. Cierta vez le pareció ver al indio que les servía la comida (que no tenía una función específica en la casa) calzando unos zapatos con tacón alto y listón. Otra vez encontró una lagartija muerta en su plato y le pareció que la cocinera, al llevárselo sin rastro de sorpresa, intercambió una Mirada de burla y complicidad con su marido. Sin embargo, todos la convencieron de que eran producto de las alucinaciones que sufría por su embarazo.
El conde, por su parte, se daba diversos lujos y salía a diversos eventos sociales, a los que Blanca no asistía por su propio deseo. Se había vuelto floja y holgazana y sólo se dedicaba a tejer ropa para su bebé.
Jean empezó a emprender un nuevo negocio, el del contrabando. Empezó a saquear tumbas y a vender los objetos al extranjero a elevados precios. De esta forma, podían encontrarse objetos antiguos y de gran valor en la casa. Así fue como llegaron las momias. A Blanca no le gustaba y le parecía que durante las noches cobraban vida y cuchicheaban porque veía sombras agazapadas desde su cuarto.
Al contárselo a Jean, éste se sobresaltó y le dijó que era solo su imaginación y que no se preocupe. Sin embargo, Clara no estaba convencida y, luego de espiarlas, se dio cuenta de que las momias se dirigían hacía los cuartos de fotografía.
Queriendo hallar el misterio detrás de todo, aprevechó una tarde en la que su marido estaba ausente, para irrumpir en el cuarto de fotografía. Forzó la puerta y entró. Encontró un cuarto oscuro, de paredes negras y cortinas cerradas. Había lámparas por todas partes y baúles con ropa, disfraces, sombreros y pelucas. También vio un trapecio dorado y una llama embalsamada. Lo que más le impactó fueron las fotos eróticas de toda la servidumbre, que yacían enmarcadas en los muros. Aterrorizada, se fue cuanto antes temiendo por su hija que estaba a punto de nacer.
Capítulo IX La niña Alba
Alba, la hija de Blanca, nació en la casa de sus abuelos, a la que su madre llegó justo a tiempo. Nació de pie y con una marca en forma de estrella, lo que Clara interpretó como una señal de que era un ser capaz de hallar la felicidad. Por ello no se preocuparon por su salud. Durante el parto, estuvieron presentes Clara, Jaime, Amanda y su hermano Miguel, quien vio nacer a Alba desde un escondite.
La familia no volió a saber de Jean de Satigny y desaparecieron todo rastro de él. Dijeron a Alba que su padre había sido un noble caballero que murió de fiebre en el desierto (mentira que Alba descubre cuando va a reconocer su cadaver en la Morgue luego de un accidente que lo mató).
Amanda se fue de la casa, dejando a Jaime desolado, quien no la buscó por amor a Nicolás. Por otro lado, Esteban había dulcificado su caráter en gran medida, aunque sólo para con Alba. Ella pasó su infancia entre dietas vegetarianas, artes marciales, danzas tibetanas y yoga por lo que le enseñaban sus tíos y las hermanas Mora. No iba al colegio porque Clara dijo que no sería necesario y que sólo había que alfabetizarla.
Alba había heredado los ojos negros y sabios de su padre y el cabello verde de su tía abuela Rosa. Por eso la peinaban con Bayrum, para que el verde se suavizara.
Jugaba a construir casitas en el sótano con todas las cosas que encontraba y era la única que tenía permiso que coger y leer los libros de su tío Jaime.
En Navidad, su abuela Clara le regaló un juego de pinturas para que pinte en su pared, lo que le sirvió de mucho en sus años de infancia.
Nicolás, por su parte, volvió de la India con nuevos conociemientos y técnicas, vegetariano, pálido y semidesnudo. De él, Alba aprendió a soportar y controlar el dolor.
Blanca estaba más hermosa que nunca y salía con varios hombres con los que coqueteaba pero ni bien detectaba alguna intensión seria en ellos, les cortaba abruptamente. Ella presentó a Alba y a Predo Tercero cierta vez en el parque japonés. Desde esa vez empezó a salir sola los fines de semana a verlo.
Clara empezó a sufrir de ataques de asma y llamaba a Alba con una campanilla para que viniera y la calmara. Alba sabía que su abuela era el alma de la casa desde antes de que ella muriera.
En este capítulo volvemos a ver a Esteban García, ya convertido en un joven que había terminado el liceo. Fue a la casa hacienda de las Tres Marías a pedir una recomendación a Esteban Trueba para entrar a la escuela de carabineros. Sin embargo, antes de eso se encontró con Alba, que tenía seis años, a quien tocó como a una mujer. Trueba le dio la recomendación recordando que le debía la recompenza por la información que le dio sobre Pedro Tercero años atrás.
Clara murió al año siguiente. Decidió morir y dejar este mundo y empezó a alistar y arreglar sus cosas. Escribió tarjetas de despedida para sus seres queridos y, el día en que murió, encargó a Alba que las repartiera. Cuando dejó este mundo, todos estaban conmovidos menos Alba, quien se mantuvo serena.
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