“La casa de los espíritus” tiene, además de una gran variedad de personajes e ideologias distintas, abundantes recursos literarios y gramático. En ella están presentes casi todas las formas de composición.
La forma de composición predominante es la narrativa, algo de carácter casi obligatorio al tratarse de una novela. Podemos identificarla en diversas partes, ya sea narrada en tercera o en primera persona:
“(Esteban) se despertó angustiado y anduvo de mal humor toda la mañana. A causa del sueño, se sintió inquieto, mucho antes de recibir la carta de Férula. Entró a tomar su desayuno en la cocina, como todos los días y vio una gallina que andaba picotenado las migas en el suelo. Le mandó un puntapié que le abrió la barriga, dejándola agónica en un charco de tripas y plumas, aleteando en medio de la cocina.”
(Capítulo II: Las Tres Marías, pág. 67)
“El oficial me recibió con las botas sobre el escritorio, masticando un emparedado grasiento, mal afeitado, con la guerrera desabotonada. No me dio tiempo de preguntar por mi hijo Jaime ni para felicitarlo por la valiente acción de los soldados que habían salvado a la patria, sino que procedió a pedirme las llaves del automóvil con el arugmento de que se había clausurado el Congreso y, por lo tanto, también se habían clausurado las prebendas de los congresales.”
(Capítulo XIII: El terro, pág. 317)
Otra forma de gran importancia es la descriptiva. Para darnos una imagen más clara y vívida de los pesonajes, lugares y hechos, Allende escribe detalladas descripciones con abundantes comparaciones e imágenes:
“A los dieciocho años Rosa no había engordado y no le habían salido granos, sino ue se había asentuado su gracia marítima. El tono de su piel, con suaves reflejos azulados, y el de su cabello, la lentitud de sus movimientos y su carácter silencioso, evocaban un habitante del agua. Tenía algo de pez y si hubiera tenido una cola escamada habría sido claramente una sirena, pero sus dos piernas la colocaban en un límite impreciso entre la criatura humana y el ser mitológico.”
(Capítulo I: Rosa la bella, pág. 14)
También podemos encontrar frecuentes diálogos de diversa extensión, lo que añade dinamismo a la obra:
- Si el patrón descubre que vamos a votar por los socialistas nos, jodimos – dijeron.
- ¡No puede saberlo! El voto es secreto – alegó el falso cura.
- Eso cree usted, hijo – respondió Pedro Segundo, su padre – Dicen que es secreto, pero después siempre saben por quién votamos. Además, si ganan los de su partido, nos van a hechar a la calle, no tendremos trabajo. Yo he vivido siempre aquí. Qué haría?
- ¡No pueden echarlos a todos, porque el patrón pierde más que ustedes si se van!
- No importa por quién votemos, siempre ganan ellos.
- Cambian los votos – dijo Blanca, que asistía a la reunión sentada entre los campesinos.
- Esta vez no podrán – dijo Pedro Tercero – Mandaremos gente del partido para controlar las mesas de votación y ver que sellen las urnas.
(Capítulo VI: La venganza, pág. 166)
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